martes, 31 de diciembre de 2019

Textos Perdidos - 17-12-18 Adiós Ulises


Acaba de irse Ulises. Viejo ya, su corazón tan noble pidió descanso. Tengo una tristeza enorme, por eso no quiero hablar de que te fuiste, quiero contar cómo llegaste.
20 de junio de 2008. Feriado. No hacía frío y mucho menos calor. Con esa apatía propia que junio tiene con el clima. Acababa de finalizar la reparación de unas máquinas y ya me estaba yendo con la noche a cuestas. No alcancé a llegar al auto que estabas vos. Flaco, feo, desalineado, 100% callejero, buscabas comida junto a los árboles de la vereda, pero tu estado indicaba que no eras el mejor en esas lides. Me viste y te viniste moviendo la cola, casi ni hizo falta que te haga un gesto para que te pongas en dos patas para buscar un poco de cariño. No podías ser más hermoso. Me volví al salón a buscarte algo de comida y cuando te entregué la porción de pizza, podría jurar que te reías. Pero me tenía que ir, la casa aún estaba en pañales, el tiempo era escaso y un perro del que cuidar no era la prioridad por esos días. Tremendo error.
Llegué a casa y al bajar del auto le digo a Noella:
-Casi me traigo un perro
No había terminado la frase que Noe ya estaba arriba del auto pidiendo para ir a buscarlo, preguntando en el trayecto como eras, porque en definitiva eso no importaba.
Llegamos en un santiamén a dónde te había visto, pero ya no estabas, después de todo, quizás no eras callejero y tenías dueño, por eso eras tan confianzudo con las personas. Pero Noe no se dió por vencida, fue a dar la vuelta para encontrarte con los pocos datos que le había aportado. Enseguida te encontró a la vuelta, encaramado a algún cesto de basura. Ni bien te llamó fuiste a su encuentro haciendo toda la fiesta que podías hacer. Los vi llegar por la esquina, venías dándole vueltas alrededor, contento.
Pedimos otra porción de pizza para darte de comer y la comiste frente a nosotros, moviendo la cola con frenesí. Pero llegó el momento de la verdad, que haríamos con vos? Como te llevaríamos? Preguntamos antes por la cuadra y coincidieron en que andabas siempre por allí, sin dueño, pero como vendrías con nosotros? Y si mordias?
Me fui al auto y Noe tomó coraje y te alzó como quien acuna a un niño y así subiste, no muy convencido, y que al auto fuese de solo dos puertas no ayudó mucho, pero estabas allí arriba, un poco asustado, un poco expectante. Ella se quedó a tu lado para hacerte compañía, mientras vos ibas mirando en silencio todo lo que las ventanas te mostraban.
Bajaste en casa corriendo explorando los rincones, orinando en cada centímetro. Ya tenías un nombre bien pomposo, Ulises, por la odisea que habitan sido subirte al auto y mientras la noche iba caminando sobre nuestras cabezas, unas mantas viejas te sirvieron de improvisada cucha. Pensábamos que ibas a llorar, extrañando o con miedo quizás, pero no; te dormiste en el frente de la casa, simulando ser el guardián que nunca serías. Desde ese día forjamos un vínculo hermoso, no puedo estar más agradecido a que nos hayas elegido, que hayas sido tan bueno, y tan noble. No hizo falta mucho tiempo para que doblaras tu peso, para que el pelo negro cuidado te devuelva una figura que paseabas orgulloso por el frente de la casa. Tengo mil anécdotas por contar que viajarán conmigo por siempre en los complicados laberintos de la memoria. Nos vamos a volver a encontrar, algún día, y vas a volver a subirte a upa, con esos 30 kilos desproporcionados que la alimentación con amor te dieron, lambiéndome la cara como quien regala un beso.
Hoy no se fue Ulises, mí perro, se fue una parte de mí familia

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dejà tu impresiòn. Gracias