domingo, 17 de febrero de 2013

MIS DIAS CON MANUEL - Fiestas 2012

Se fue el año. Así. De la nada. De pronto los almanaques quedaron vacíos, inútiles. Mostrando estériles números. En alguna de esas casillas numeradas, probablemente en alguna sin marcar, se ha ido tu etapa de bebé. Un día como cualquier otro al verte correr y tomar tus primeras decisiones trascendentales, como optar por donde pasar, ya te vi niño, quizás, muy probablemente lo fueras desde mucho antes, o quizás también, realmente aun no lo seas, solo son mis ojos los que te ven así. Niño. Para cuando puedas leer esto sabrás seguramente de mucho antes, que las fiestas no son de los acontecimientos que más espero en el año; pero esta vez, con tu presencia innegable dando tumbos por toda la casa mientras le corres carreras a personajes que no vemos, pero que a ti te hablan y te dicen cosas tan divertidas que te hacen reír sin causa aparente para nosotros, tristes adultos que olvidamos esas etapas; esta vez las fiestas debían ser diferentes, me imaginé por semanas como sería tu reacción al desenvolver tu regalo y mil cosas más, sin embargo, mi viejo que no andaba de la mejor manera, y algunas cosas propias de los adultos que no viene al caso desparramar ahora, así que de algo imaginado se pasó a lo que las circunstancias dieron lugar. Vos no estabas con el mejor de los días, pienso que en parte por el cansancio y por otro lado, por los nervios que traen estos días con las corridas para todos los lados y los malhumores de todo el mundo. No te llamó mucho la atención el arbolito que armó Noe, claro que no ibas a dejar pasar la oportunidad de derribarlo, y hubo que andar corriéndote más de una vez para frustrar tus propósitos. Mi viejo estaba que se salía de lo vaina por darte su regalo, un increíble triciclo a baterías (que luego lo cambiamos por un cuatriciclo que ofrecía más seguridad), un regalo que según él se demoró casi cuarenta años, dado que lo había imaginado para mí cuando yo tenía tu edad. Tanta expectativa tenía que cuando vos te asustaste y comenzaste a llorar mi viejo, pobre, se puso mal, recriminándose a si mismo que se había apurado con el regalo, que aun eras muy chico y cosas así, sin embargo, para suerte de todos, al otro día ya estabas dando vueltas sin miedos  mientras tu primo Agustín hacía lo suyo con su flamante cuatriciclo que le había tocado en gracia.






Dejame contarte algo de lo que andás haciendo por estos días. Por un lado, todos los domingos vamos a desayunar a un Bonafide que han puesto en el Carrefour cercano a casa, vos ya estás acostumbrado y te gusta, primero empezás tranquilito, pero al poco tiempo ya hay que andar corriéndote para evitar que desarmes todo el local. Claro que ya te conquistaste a las mozas y antes de irte, siempre alguna te trae algo de chocolate (cuando no te desapareciste con alguna de ellas y volvías sonriente). No hace falta decir que ya te has olvidado por completo de gatear y tenés tanta seguridad en tu andar, que subir la escalera de casa se torna en una tentación que no podés dejar de lado y nos obliga a buscar mil y una formas de bloquearte el acceso. Por otro lado, seguís comiendo de todo, aunque ya hay cosas que te gustan mucho más que otras que igual te llevás a la boca, sin embargo, no dejaste la teta, o mejor dicho tu madre no te la ha retirado aun y eso provoca que te pongas fastidioso en cualquier situación en la que se te antoje tomar teta y andás a los gritos y lloros, dando manotazos tratando de quitarle la ropa a tu madre para poder tomar.



Otra cosa, no menos importante, es que te hemos metido en la pileta grande de mis viejos sin que tengas ningún temor, es más, te gusta, el primer día, ante la mmirada atónita de mi viejo que no lo podía creer, yo te sostenía con una mano de la panza y vos avanabas haciendo perrito.