domingo, 9 de octubre de 2011

MIS DIAS CON MANUEL - Día 8

Se ha volado una semana, así de la nada, simplemente se ha desaparecido, creo que desde tu llegada el tiempo se ha convertido en mi principal e implacable enemigo. Todavía te sigo mirando preso de mi asombro y mi alegría, cada día que pasa te veo más y más grande muy a mi pesar.
El lunes te vacunaron en el hospital cercano a casa y vos nuevamente te comportastes como todo un hombre en potencia, apenas si algún sollozo manifestó tu desagrado por el pinchazo traidor, pero bueno, mil veces prefiero esas pequeñas lágrimas en tus ojos, que cataratas de llantos en los nuestros. También desde el lunes ya tienes DNI, sos oficialmente un argentino más, Manuel Maldonado Vasirani, platense y machito.
Todos estos días nos han tenido de un lado para el otro en materia de trámites; espero que a su debido tiempo vos no tengas que soportar toda esta burocracia sin sentido que impera en todos los estratos, pero por ahora es así y no nos queda otra alternativa que ir con papeles de un lado para el otro aguardando por un sellito más o menos en esta historia de comenzar a ser.

Poco a poco nos hemos ido amoldando el uno con el otro, se ha dado que tengo poco trabajo y aprovecho para pasar toda la tarde con vos, mascullando aún bronca porque solo le reconocen al hombre por paternidad una mísera licencia de dos días, estoy seguro que quien hizo ese artículo no era padre o no te conoce con seguridad, para mí, es un martirio no verte. Con el correr de los días también ya son pocos los diagnósticos que lanzamos sobre vos y tus conductas, el azar va dando paso poco a poco al conocimiento y tus llantos y berrinches pasan a tener explicaciones precisas, como si nos conociéramos de toda la vida.

Ayer, cuando cumpliste tu primer semana de vida, se cayó solito el resto de ombligo que pendía de tu cuerpo sujeto a un hilo cada vez más delgado; creo que en cierta forma, esa fue tu despedida a tu último vínculo con tu vida dentro de la panza, somos nosotros ahora tu cordón umbilical con la vida y eso nos llena de regocijo. Aprovechando la caída del ombligo, te hemos dado hoy el primer baño en un tina plegable que te ha regalado una tía con muy buen criterio. Te gusta el agua. Tu cuerpo diminuto me da trabajo mantenerlo con la cabecita fuera del líquido, intentando que no te ingrese agua en los oidos, pero por ser la primera vez, no estuvo tan mal; el jaboncito se mezcló con tu aroma a bebé y salistes rozagante pidiendo ser secado inmediatamente antes de enfriarte. Como siempre no tuve miedo, si una extremación de los cuidados, pero como siempre te digo, todas las cosas que paso contigo no me dan miedo, no es una falsa subestimación de los riesgos, pero tengo una gran fe de que solo cosas buenas te esperan. Déjenme soñar con eso