martes, 16 de septiembre de 2014

Enemigos íntimos. La violencia en el futbol

Hoy no era un día más en la ciudad. Un nuevo clásico se jugaba y se palpaba en el ambiente desde hace tiempo atrás. Que este era especial, que era un partido por un torneo internacional. Miles de excusas para un mismo tema. Un partido de futbol que iba más allá del simple deporte, un clásico que termina despertando las partes más viscerales y negativas de las personas. Los amigos, los vecinos, los pibes del barrio que se saludan siempre, de repente se transforman en ENEMIGOS, personas odiables por el solo hecho de llevar un color diferente por bandera. Claro que esto no es privativo del futbol, es un reflejo de los días que vivimos como sociedad, donde la intolerancia y costumbre de que los hechos deleznables rara vez son punibles. En la cancha los jugadores a las trompadas, en las tribunas un apuñalado, quizás por el pecado de haberse infiltrado en la tribuna siendo del otro bando, porque claro, nuestra conducta nos ha llevado a que no puedan haber hinchas visitantes en los partidos, la gente no es más hincha de un equipo, es contra del otro, es anti, pero una vez más esto no es algo aislado, no hay radicales ni peronistas, son antis, antiperonistas, antiradicales. Lo que pasó en la cancha no fue sino el reflejo de lo que me tocó vivir en las afueras horas antes del encuentro, volviendo de trabajar, nos cruzamos con un par de vehículos, entre ellos una camioneta Kangoo blanca dominio DJU663 con una decena de personas apiñadas en ellas con un solo objetivo, agredir y robar a quienes hallasen con una camiseta contraria, en este caso de Estudiantes, en un momento luego de munirse de piedras y botellas y patotear durante cuadras a todo aquel que se les cruzara en el camino. En la esquina de 19 y 45 se toparon con dos jóvenes que tranquilamente tomaban una cerveza con su camiseta arrollada en sus cuellos. De los vehículos primero los increparon y luego se lanzaron en bandada, como hordas contra las muchachos que solo pudieron atinar a huir perseguidos incluso por una chica que a pesar no se evidente sobrepeso no encontraba impedimento en ir corriendo detrás de sus eventuales ENEMIGOS. No contentos con ponerlos en fuga, arremetieron contra el auto sobre el que estaba recostados y los destruyeron a cascotazos, obvio que una vez que los vidrios eran historia se adentraron para saquearlo. Claro que en todo el trayecto no nos cruzamos con un solo movil policial ni de prevención ni los autitos verdes de Bruera, nada. Claro que a pesar de que la constitución dice lo contrario, ni pensar en ir a hacer una denuncia de lo que vi, ante tanta impunidad ni se me ocurre poner en riesgo a mi familia. Por eso es que no me sorprendieron en nada las noticias desde el interior del estadio, en definitiva parecían ser el corolario esperado de todo lo que vi en la previa. Estamos mal