sábado, 10 de junio de 2017

PAPÁ, ME DUELE (Adios Paulo Agustín)

PAPA, ME DUELE. Eso fue lo último que dijo, no entendiendo que le negaban el derecho a vivir.
PAPA, ME DUELE. Eso es lo último que escuchará un padre que no encontrará consuelo, que ninguna justicia le será suficiente, que estará muerto en vida
PAPÁ, ME DUELE. Son las palabras que nos tendrían que llamar a reflexionar, a cuestionar, a reclamar. A entender que no es un hecho aislado, fortuito; pero que por sobre todas las cosas, la bala que mató a Paulo Agustín fue disparada mucho tiempo atrás, y ese arma se recarga día a día cada vez que miramos al costado, cada vez que una coima hace posible la vista gorda, cada vez que el Estado desaparece y nos niega la justicia y la protección, nos niega el trabajo y la educación, cada vez que un juez libera sin leer un expediente, cada vez que un juez libera porque las leyes así lo marcan (leyes que votaron antes las personas que elegimos para que así lo hagan). Esas balas que matan a nuestros angelitos se disparan cada vez que todo un barrio sabe quien es el tranza, el dealer o como quieran llamarlo, todo un barrio lo sabe, menos la comisaría de la jurisdicción; esas balas se disparan cada vez que un abogado defiende a quien pone esa mierda entre las opciones de nuestros hijos, cobrándoles sumas siderales que solo podrán pagar de una forma, delinquiendo, en un círculo vicioso y perverso.
PAPÁ, ME DUELE.