sábado, 8 de octubre de 2011

MIS DIAS CON MANUEL - Día 3

Bueno, tu segunda noche fue menos compleja, pero nosotros estábamos bastantes cansados; imaginate por mi parte que he dejado mi metro ochenta  tres repartidos entre una porción de la cama y una silla, pero bueno, nada es caro por tener entre nosotros. Ya temprano tu madre andaba persiguiendo al pediatra por tu alta y con los papeles en mano nos hemos ido del Mater Dei. El Día estaba despejado, seguramente aguardando por tu sol, todo el trayecto me ha parecido mentira que fueses allí atrás, tan chiquito, tan nuestro, pero era cierto, estabas allí somnoliento y callado, mientras el auto lentamente devoraba las cuadras que nos separaban de tu nuevo hogar.
Creo que te ha gustado la casa, tus ojitos no se cansan de recorrerla entre las luces y las sobras que por ahora solo son capaces de ver, sos tan pequeño...

Luego que nos acomodamos y que comenzamos a desplegar la parafernalia de cosas que aguardaban por tu llegada, nos dimos cuenta con Noe, que eras el nuevo rey de la casa, pero también sos el nuevo rey de nuestros corazones y de eso no hay dudas, te miramos y nos miramos tratando de convencernos que esa pequeña maravilla es obra nuestra, vos mientras tanto solo te has ocupado por dormir y eventualmente protestar reclamando por comida, que gracias a Dios, está comenzando a ser abundante en los pechos de tu madre y parece ser que tu poco amada mamadera, se verá relegada al rincón de los trastos sin uso en poco tiempo más.
Te tengo que contar un secretito, me encanta poner en mi pecho y sentir tu calorcito, vos enseguida te dormís y hay que tenerte fuerte para que no te caigas de lado, pero mientras tanto yo me siento el hombre más feliz del mundo con tu calorcito cobijando mi corazón de padre
Por la tarde, cuando la noticia de tu arribo era una catarata incontenible, te han venido a visitar nuestros seres más cercanos y todos siguen llenándose la boca de loas para ti que nos hinchan el pecho y nos ponen felices, vos igual, con modestia, permaneces indiferente a todo lo que te rodea, solo usás tus pocas energías en dormir y chupar esa leche que comienza a ofrecerse generosa para regocijo de todos. ¡Bienvenido Hijo!