lunes, 27 de junio de 2011

El descenso

Bueno, ya es un hecho consumado, la peor de las pesadillas ha tomado visos de realidad. Hemos descendido. El dolor que siento no halla las palabras para expresarse, he recibido decenas de cargadas como si pudiesen hacerme mella, ¡No se dan cuenta que lo que siento es infinitamente más grande que sus chicanas? Me da broca; me mandan mensajes y publicaciones gente que en todo un año no ha sido capaz de preguntarme como estaba, ahora han podido gastar los 0,67$ del sms para mandarme una cargada. Que ceguera tienen. No entienden que estoy dolido, triste, abatido. Mi primer novia, mi primer amor, mi primera elección, el domingo me apuñaló y a pesar de todo sigo amando esos colores. Esos colores los elegí cuando recién despertaba a la vida, en medio de un hogar que luchaba por escapar a la pobreza, yo enarbolé mis sueños de grandeza en esa casaca que me obnubilaba. ¡Que no daría ahora por volver a tener esa primer camiseta? Todavía la sueño; la camiseta de dormir, blanca, pura, con las terminaciones de las mangas y el cuello bien gorditas por la doble costura, y todo el conjunto atravesado por una franja roja, bien ancha, casi brillante, cosida a la prenda por las manos de amor de mi vieja, que resignaba su roja pasión por darme la alegría de tener mi primer remera de River, incluso ante la mirada de mi viejo que a pesar de ser de boca no me puso trabas a mi elección. ¿Lo ven? No entienden nada. Las cargadas no me van a doler nunca más de lo que me duele ahora el pecho, el corazón. No me voy a olvidar nunca de estos días, es una de las jornadas más aciagas que he vivido, me van a quedar en la memoria todos y cada uno de los que pusieron a River en esta situación. Los malos dirigentes, los malos jugadores, los malos pseudohinchas, van a vivir conmigo para siempre, los passarellas, los aguilar, los cappa, jj, los fabianni y una larga lista. Tampoco me voy a olvidar a la constelación de figuras que salieron de estas puertas y que su avaricia les impidió volver a dar una mano; todos se llenaron la boca allá, a lo lejos, sobre la crítica situación del "club de sus amores", pero se quedaron a seguir engordando sus ya abultados bolsillos, desagradecidos, indignos de esta casa.
A veces me pregunto si soy también culpable en algo de esta debacle y quizás si, quizás algún domingo de fiaca me esperaban vanamente por mi aliento en alguna cancha, pero estoy seguro que otro tomó mi posta, yo no estuve, pero alguien puso su hombro por mi. En fin. Escribir solo me ha permitido descargar algo de la bronca, pero nunca podrá calmar esta angustia. Ya lo saben, no se gasten, la próxima que inviertan en un sms, usen ese despilfarro de dinero para preguntarme como ando, si es que les interesa...